Emilio Rodríguez-Larraín fue un arquitecto y artista prolífico y multifacético, que supo poner en diálogo las tradiciones locales con los lenguajes de la vanguardia internacional. A partir de la década de 1960, mientras radicaba en la ciudad de Milán, el artista peruano continuó desarrollando su lenguaje abstracto, añadiendo a sus obras un arcaísmo que hace referencia a un pasado universal. En sus obras aparecen referencias a la producción artística del pasado prehispánico mediante sutiles evocaciones de formas y tonos.

Esta pieza, perteneciente a la colección del IAC, forma parte de una serie de tres obras. En la composición, llevada a cabo sobre madera pirograbada, se reconocen marcas incisas sobre el soporte, organizadas como líneas paralelas. El elemento central de la obra, un tejido en el que convergen los grupos de hilos, también alude a la forma de una ventana. Esta ventana abierta permite establecer un diálogo entre diferentes tiempos históricos, sobre un tejido que simboliza la naturaleza interconectada de la existencia, en la que la magia y el ritual asumen un rol fundamental.