José Luis Cuevas fue un artista polifacético y audodidacta que exploró la escritura, la pintura y la escultura, el dibujo y el grabado. Su obra está definida por la distorsión de la figura humana y su entorno social, que se nutría del mundo marginal, de escenas de hospitales, manicomios o prostíbulos. Su característica gestualidad permitía la expresión de las dimensiones emocionales, la muerte, el erotismo, la fantasía y las posibles formas de cuerpos monstruosos, como es el caso de esta obra perteneciente a la colección del IAC.
Desde la década de 1950, José Luis Cuevas –al mismo tiempo que Szyszlo en Perú y Obregón en Colombia– se posicionó en México como una figura fundamental en el proceso de ruptura del muralismo mexicano, cuya estética y narrativa histórica-social se habían extendido ampliamente por el continente latinoamericano en el primer lustro del siglo XX. Formó parte de la llamada Generación de Ruptura, que defendía los ideales artísticos del arte moderno como la abstracción o la figuración alterada a través de la libre exploración de estilos personales, en rechazo a la agenda política del muralismo.
Su carrera fue respaldada por grandes figuras de la crítica de arte en su momento. En 1954 José Gómez Sicre lo invitó a exponer en la Unión Panamericana de Washington, oportunidad que luego le permitió difundir ampliamente su obra. Es considerado uno de los artistas más importantes en América Latina, merecedor del Primer Premio Internacional de Dibujo en la Bienal de São Paulo (1959), del Primer Premio Internacional de Grabado de la Trienal de Nueva Delhi (1968) y del Premio Internacional del Consejo Mundial del Grabado, San Francisco (1984), además de diversos reconocimientos académicos. En 1992 inauguró el Museo José Luis Cuevas en Ciudad de México.