Judith Westphalen fue una artista autodidacta, cercana al grupo de intelectuales, poetas y artistas que se reunían en las tertulias y exposiciones en la Peña Pancho Fierro en los años ‘40. Inició su carrera artística explorando el surrealismo y mostró por primera vez su trabajo en una exposición colectiva en Viña del Mar en 1946. Su primera exposición individual se llevó a cabo en la sala Bach de Lima en 1947. En la década de 1950, junto con su esposo, el escritor Emilio Adolfo Westphalen, viajó constantemente y vivió por temporadas en Nueva York, España e Italia, lugares donde se familiarizó con las vanguardias artísticas.
Fue una de las primeras artistas peruanas en romper los cánones de la tradición figurativa en el arte y explorar decidida y radicalmente la abstracción, como campo de experimentación con formas, composiciones y colores. Al término de sus constantes viajes expuso por primera vez en el IAC en 1962 y luego en 1968. La pintura que es parte de la colección del IAC es un claro ejemplo de sus búsquedas artísticas, mediante la insospechada exploración de planos y geometrías que se juntan entre atmósferas, colores vibrantes y ricas texturas, para crear efectos de profundidad, movimiento y tensión en el espacio.